El chico indeciso
Era un día normal como todos, Matías despertaba de un sueño muy extraño. En éste, él estaba en una sala blanca, sentado en una silla también blanca y a lo lejos divisaba algo negro, parecía un punto. Este punto iba tomando velocidad y a medida que se acercaba, se transformaba en letras y las letras en palabras; antes de que la palabra lo estrellara, despertó de un sobresalto. La palabra le seguía dando vueltas mientras se alistaba para ir a la escuela, durante el viaje no hizo más que pegar la cabeza al vidrio del micro escolar pensando en qué significado tenía la palabra de su raro sueno: fiesta.
Todo apuntaba a que iba a ser otro normal día de clases, pero no, ya que cuando ingresaron al aula la profesora retó a Matías por haber gritado: "Es eso", mientras la maestra escribía en el pizarrón "Hoy es martes tres de setiembre". Para él las cosas estaban más que claras, pensaba a la hora del recreo dentro del aula castigado por interrumpir la clase. En cuatro días sería su cumpleaños número once. Sonrió con expresión de satisfecho, pero de repente la cara se le transformó. Sus ojos se tornaron preocupados, sus cejas casi se unían y sus labios se arrugaron; y fue entonces cuando la duda y preocupación lo invadieron.
De regreso a casa, solo se sentó en el micro y esperó a que el estacionara en su puerta ya que le dolía la cabeza de tanto pensar durante todo el día sobre su cumpleaños.
Ya en casa, luego de hacer la tarea y de merendar, decidió encerrarse en su habitacón para organizar todo. Entonces buscó un anotador y mientras buscaba una lapicera, la entrada de su mamá a la habitación con las canilleras y los botines en mano, no significaba nada más que un boicot a su preparación de cumpleaños. ¿Qué más podía hacer él? "El deber lo llamaba", como diría su abuela, era momento de ir a entrenar. Volvió tarde y agotadísimo y no pudo hacer más que cenar, bañarse e irse a dormir.
Otro día escoalr comenzaba y lo único que daba vueltas en la cabeza de Matías era la palabra "fiesta". Ya en su casa se dispuso a apresurar el asunto de la organización ya que iba retrasado. Para su cumpleaños quería una fiesta enorme, todo tenía que ser muy original y fue así como empezó por el diseño de las invitaciones. Se sentó frente a la computadora, y creó un video lleno de fotos de él con la dirección y el horario de su cumpleaños. El festejo sería el sábado en su casa. Una vez terminado el video lo subió a facebook y etiquetó a todos sus amigos para que lo pudieran ver.
En la mañana del jueves sus amigos no hacían más que preguntarle qué iba a haber en su cumpleaños y él les respondía:- Sorpresa! Sorpresa!. En verdad estaba muy indeciso, no sabía qué hacer en su fiesta, qué decoraciones colgar, qué música poner, qué comida servir; es decir, estaba en grandes problemas. Esa misma noche los papás se sentaron con él para hablar sobre su fiesta, para preguntarle qué era lo que necesitaba. Matías respondió muchas de las preguntas con un simple:
- No sé, no me decido todavía-, sembrando así duda y confusión en sus padres. Para él las cosas no iban bien, ya era casi vierno y no tenía nada preparado, la mamá lo abrazó y le dijo que no se preocupara de nada que ella lo iba a organizar todo, y Matías se fue a dormir.
Era viernes por la tarde y Matías se alistaba para ir a entrenar a fútbol, estaba muy desganado por que suponía que su mamá le había organizado un fracaso de fiesta, porque estaba seguro sería muy aburrida o muy femenina, ya podía imaginarse las decoraciones en rosa y púrpura; la vergueza que iba a pasar.
El sábado por fin había llegado, el gran día, pero Matías no se encontraba de humor, estaba duchándose en el vestuario cuando le sonó el celular diciéndole que se apurara porque la fiesta empezría pronto, ella sonaba más entusiasmada que el propio cumpleañero.
Entrando a su casa lo sorprendió un: ¡¡¡Sorpresa!! De todos sus amigos y sus familiares, ver tanta gente lo animó bastante. Luego de varios besos, abrazos, felicitaciones, tirones de orejas y pellizcotes de cachetes de sus abuelas, se encaminó al patio donde había un inflable con lucha de gladiadores, por otro lado un inflable de básquetball humano, metegoles, un arco de fútbol, máquinas de videojuegos como los de antes y hasta pistolas y protectores de pinball. No podía creerlo, lo mal que había pensado y su mamá que le organizó la fiesta perfecta. Se sentía tonto y avergonzado y no hizo más que abrazarla y agradecerle por lo que había hecho. Volvió al patio y disfrutó de su inolvidable e irrepetible cumpleaños número once.
Fin
Autor: Francisco C.
6º A
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