Todos los días apenas salga el sol saldré a la calle a gritarle al mundo que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
Aunque creo más prudente dejar pasar unas horas: saldré a las diez de la mañana cuando todo el mundo está despierto y va de un lado a otro por aquella calle a la cual saldré y gritaré al mundo que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
Quizás convenga más salir después del almuerzo cuando la gente tiene sus barrigas llenas y está más predispuesta a oírme gritar que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
En realidad esperaré hasta la tarde cuando el sol está más bajo y no afecta la digestión de las multitudes que pasean por la calle en la cual estaré yo diciendo con todo mi pecho que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
Ni de día ni de tarde: no hay nada mejor que la noche para salir a la calle y susurrarle a cada peatón mientras regresa de su trabajo y piensa en una rica cena que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
Pero yo optaré por la madrugada cuando no hay un alma en la calle, todo el mundo duerme: yo también duermo, así que mejor me quedo en la cama y sueño que soy feliz que la vida es bella y que en su homenaje me pondré a bailar.
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